Traigo para ti un par de quizás inverosímiles
pero incuestionables verdades.
Una que quizás intuyeras
es que no existe el tiempo.
Lo crearon esas personas que se pasan horas tras una barrera
para ver pasar una carrera,
un sólo instante.
Esos que resoplan en el metro
y corren por las escaleras mecánicas.
Los trenes que siempre salen y llegan a la hora exacta.
No sé, pero está claro que el destino
Nunca bajará de uno de esos trenes.
¡Ah solitarias estaciones!
Adioses eficientes
(que no eficaces, que nunca eficaces).
Para gente como tú y como yo no existe el tiempo.
Para nosotros: seres disfuncionales en una sociedad disfuncional.
Perfectos tocadores de narices.
Tomadores de café.
Escritores del insomnio.
Soñadores de los días.
Encarcelados por escándalo público.
Zurcidores de banderas imposibles:
banderas no-banderas.
Anagramas pintados en la pared de los laberintos.
Libertades en la pared de las cárceles.
Los enemigos del tiempo y de las horas.
Los observadores del mar.
Los músicos sin partitura.
Los que asesinaron a los relojes
por no ponerle una pila.
O los que los tiraron por la ventana.
Esos que tras un aluvión de vida...
..............................
(con sus correspondientes aciertos y fracasos).......
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se miran a los ojos.................
sonríen ..............
...........y se reconocen.
La otra verdad es más incierta
y quizás más abstracta.
La otra verdad es que yo no existo.
No existo salvo en las paredes,
en ese tren que no llega,
en las no- banderas.
No existo en la sociedad-suciedad.
No existo salvo que tras un aluvión de vida...
...............................
(aciertos y fracasos…
…..................fracasos)
...................
Me mire en tus ojos.......
...........................
y entonces................
............ me reconozca.
© Marina Ruiz Bravo