miércoles, 20 de marzo de 2013

Enemigos del tiempo


Traigo para ti un par de quizás inverosímiles
pero incuestionables verdades.
Una que quizás intuyeras
es que no existe el tiempo.

Lo crearon esas personas que se pasan horas tras una barrera
para ver pasar una carrera,
un sólo instante.
Esos que resoplan en el metro
y corren por las escaleras mecánicas.
Los trenes que siempre salen y llegan a la hora exacta.
No sé, pero está claro que el destino
Nunca bajará de uno de esos trenes.
¡Ah solitarias estaciones!
Adioses eficientes
(que no eficaces, que nunca eficaces).

Para gente como tú y como yo no existe el tiempo.
Para nosotros: seres disfuncionales en una sociedad disfuncional.
Perfectos tocadores de narices.
Tomadores de café.
Escritores del insomnio.
Soñadores de los días.
Encarcelados por escándalo público.
Zurcidores de banderas imposibles:
banderas no-banderas.

Anagramas pintados en la pared de los laberintos.
Libertades en la pared de las cárceles.

Los enemigos del tiempo y de las horas.
Los observadores del mar.
Los músicos sin partitura.
Los que asesinaron a los relojes
por no ponerle una pila.
O los que los tiraron por la ventana.
Esos que tras un aluvión de vida...
..............................
(con sus correspondientes aciertos y fracasos).......
..............................
se miran a los ojos.................
sonríen ..............
...........y se reconocen.

La otra verdad es más incierta
y quizás más abstracta.
La otra verdad es que yo no existo.
No existo salvo en las paredes,
en ese tren que no llega,
en las no- banderas.
No existo en la sociedad-suciedad.
No existo salvo que tras un aluvión de vida...
...............................
(aciertos y fracasos…
…..................fracasos)
...................
Me mire en tus ojos.......
...........................
y entonces................
............ me reconozca.

© Marina Ruiz Bravo

martes, 19 de marzo de 2013

Tres secuencias para una sola mujer


I.

Aquella tarde, se deslizó
hasta la cama sin previo aviso.
Se tapó hasta la córnea,
y sólo sus diminutos
pies blancos asomaban
por una esquina
de la sábana,
agitándose como una bandera
en son de paz,
pero llamándome a
participar en una escaramuza
que aún estaba por librar.

II.

El sueño pesaba
sobre sus níveos párpados,
y sobre su espalda mi pecho
como centinela que guarda
un tesoro nocturno.

III.

Entre su tibio pecho
y el sugerente delta que
se esconde entre sus piernas
hay un hueco del tamaño
de un garbanzo.
Ella lo llama ombligo.
Yo, sigilosamente, lo llamo
sala de estar.

© Miguel Ángel Gómez Guerra

Noche helada (Haiku)

Noche helada
sobre techos de cartón,
tiemblan las sombras ...

© Tomás Mielke

Andalucía

Es estrella de ocho puntas
perdida entre mares y montes
por el sol adorada
por la lluvia abandonada.

Alúmbrame el camino, estrella,
que como andaluz que soy
quiero quererte Andalucía
como ha nadie he querido en la vida.

Tengo una estrella en mis manos
que se llama Andalucía
tierra de ensueño y poesía
que me embruja y me enamora.

© José Luis Rubio

Mendiga inminencia del invierno

Con tu boca de levante consentida
me besas y me sabes a cenicienta retama;
son tus ramas maldiciones de gitana
marabunta farisaica en letanía,

y tus pómulos la excusa al lirismo en demasía,
y tu cuerpo es un exceso, que me cubre, me amalgama,
busco en ti el sentido de la lluvia de mañana,
a través de la marea de tu entraña amanecida.

© Sandra Rubio

Alcoba cerrada

Por detrás de la puerta,
guardado por cerrojos de silencio y de agua,
esperando, desnudo, tu cuerpo. Tibiamente,
mansamente desnudo, hermoso hasta el dolor.
No entraré a descubrirte.
No violaré el santuario de tu carne entreabierta.
Demasiado peligro para sólo una vida,
demasiado pecado para tan sólo un alma.

© Josefa Parra
(De "Alcoba del agua")

La herida

Voy a permitirme
dejar abierta la herida,
que siga el ritmo natural
que le marca el tiempo,
que cicatrice despacio,
en el lugar adecuado,
en el instante perfecto.

Aunque, tal vez,
sea una forma más,
como otra cualquiera,
de admitir la evidencia:
que la herida
tiene vida propia,
que en el juego
va ganando,
que cicatrizará
matando.

© Juan Antonio Baena Niño

Suicidio prescriptivo

No. Yo no quiero formar parte de esto.
De tanta estupidez tóxica.
De tanta miseria cerebral contagiosa.

Pobredumbre del espíritu:
la pandemia peor.
Edematiza el alma,
gangrena la voz,
cristaliza los sueños.

No. Yo no quiero formar parte de esto.

Hoy han encontrado mi cadáver
en avanzado estado de autocompasión
y restos de Dios bajo las uñas.

© Rosario Troncoso

Toda la noche...

Subir por tus muslos
o bajar por tu vientre.
Colgarme a tu cuello
o enredarme en tu pelo.
Rodar por el suelo
o hacerlo en la cama.
Comernos a besos
y palparnos los cuerpos.

Así, toda la noche,
hasta que aparezca el día
y nos alumbre la estancia
con sus rayos de sol.

© Miguel Ángel Rincón Peña
(Inédito-2013)

Sonrisa de invierno

Humilde y hermoso
se alza el almendro
como una sonrisa
del gélido enero.
Su cuerpo espumoso
baila con los vientos
encendiendo el campo
de blancos destellos.
Entre los olivos
se suelta su pelo
melena de nácar,
cascada de pètalos.
Al pie del camino
donde habita el trebol
yo he visto encenderse
la luz del invierno.

© Paqui Muñoz

Si fueses niño de nuevo

Si fueses niño de nuevo,
que no te contaran nunca
lo de esa noche de enero.

Y que el niño resabiado
que, desde dentro de ti,
desconfiaba del milagro

aplicase sus desvelos,
años después, al enigma
de una noche sin misterios.

Porque nada más extraño
que el que no existan misterios
ni una sola vez al año.

© José Manuel Benítez Ariza

Quiero

Quiero oleajes de entrega
Como las muertes de un mar de amor
Rompiendo en la playa de mi cuerpo.
Serás plenamente amada.
Que tu eco en mi eco
Sea llamarada.
El néctar de tu piel de pétalo
Será para mí, cripta sacra.
Y tus ritmos y mareas
Serán, mí miel de Eros.
Y desnudo mi cuerpo
Y tú desnuda...,
Acaricie, yo, tus suaves senos
De plena luna.

© Pedro Jesús Cortés Zafra